
Castillo de Valderrobles
Construida en el siglo XIV e inseparablemente unida a la figura del castillo, la iglesia de Valderrobres, es uno de los más espléndidos ejemplos de Gótico levantino de la provincia de Teruel. A pesar de los numerosos ataques del tiempo y las guerras, la iglesia ha conservado intacta su pureza estilística y trás una reciente e importante restauración luce más espectacular que nunca.
La iglesia de Valderrobres puede visitarse presentado la entrada del castillo durante el horario de apertura del mismo.
Quedan fuera del horario de visita los momentos en que tengan lugar en su interior oficios religiosos.
Desde que fue abierto al público hace ya varias décadas, el castillo de Valderrobres ha ofrecido un marco privilegiado para el desarrollo de actividades culturales. De todas ellas, las exposiciones, sean de pintura, fotografía o escultura, han sido las que han gozado de un mayor favor del público visitante. El interés de muchos artistas para exponer sus obras en las esplendidas salas y la colaboración con museos e instituciones, han garantizado la presencia continuada del arte dentro del monumento.
Historia

A partir del 2003 se restaura el patio de armas y el muro contraterrero. Actualmente el castillo de Valderrobres es una visita imprescindible para quien llega a la comarca del Matarraña y a la provincia de Teruel, además de la sede de innumerables acontecimientos culturales repartidos por todo el año.
Descripición
Actualmente entramos al castillo por la puerta que en su día utilizaba la nobleza. Sobre ella, el escudo de siete castillos del arzobispo Fernández de
Heredia nos da la bienvenida. Llegamos al Recibidor, donde antiguamente se descabalgaba y desde donde podemos acceder a la escalera principal y a las Caballerizas. Las Caballerizas son la única sala que conserva su techo original, una impresionante bóveda de cañón apuntada.
Subiendo por las escaleras desde el recibidor, encontramos enseguida la Sala Capitular. Esta habitación de la planta baja del castillo, tiene la peculiaridad de estar rodeada por un banco de piedra. Aunque su utilidad original podría ser muy distinta, es posible que en los tiempos del palacio se utilizara como una sala de espera, donde los visitantes ilustres esperaban el momento de ser atendidos por el señor.
Ya en la primera planta, entramos en el Salón de las Chimeneas. Es la sala más grande y señorial del castillo. Como todas las de la primera planta, tenía como prioridad la comodidad del señor y por eso encontramos en ella hasta tres chimeneas y cinco ventanas “festejadoras”. Estas ventanas son propias de muchos castillos palaciegos y permitían al señor sentarse a disfrutar de las vistas exteriores en sus bancos paralelos. El escudo de la familia Fernández de Heredia, casi omnipresente en toda la planta baja y primera planta del castillo, aparece aquí en un punto privilegiado coronando la sala. A partir del Salón de las Chimeneas, accedemos a otra sala hoy diáfana, pero que en su momento estaría dividida en al menos tres partes. La principal sería la del centro, que abarcaría la primera ventana festejadora y la chimenea. Tendría distintos usos según quien fuera el señor que habitase el castillo, desde despacho, hasta sala de estar.
Junto al Salón de las Chimeneas está la Cocina, que posee un espectacular techo en forma de cúpula sobre trompas que facilitaba la salida de humos del fogón central, situado en una elevación en medio de la estancia. La Cocina contaba con pasaplatos para servir rápidamente la comida en el salón, un horno y un desagüe. La Cocina tiene uno de los rasgos arquitectónicos más curiosos del castillo; las trompas que achaflanan las esquinas y duplican el numero de lados de la planta para facilitar el cierre de la cúpula del techo. Saliendo de la Cocina, frente a ella, esta el acceso a la despensa. Estas salas recientemente excavadas han revelado que era aquí donde se preparaba la comida, para luego cocerla en la cocina. Junto a la despensa está el pozo de agua, que accedía hasta un nivel freático debajo del castillo. a su lado subimos por las escaleras hasta el patio de la segunda planta.
Abandonamos el distribuidor de la primera planta y subimos a la segunda. Esta es la zona donde mejor podemos ver lo que queda de la vieja torre defensiva que daba origen al castillo. La cúspide de la roca natural en torno a la que estaba construida aun sobresale en el centro, mientras que la parte trasera conserva las ventanas “saeteras” pensadas para disparar las ballestas sobre posibles atacantes. Cuando en el siglo XIV el edificio pasa a ser un palacio, esta zona se convierte en un patio parecido al claustro de un convento o monasterio.
A las estancias altas llegaremos por una escalera metálica que replica el trazado que en su día tuvo la original de madera. Aunque hoy en día la parte alta del castillo constituye uno de los mayores atractivos del monumento por sus espectaculares vistas, en sus orígenes, la utilidad fundamental de estas salas sería la de ser simples graneros, utilizados de tanto en tanto como habitaciones para el servicio, desde las que se accedía hasta el camino de ronda y las almenas.
En descenso desde el patio, encontramos la escalera de servicio que conectaba este último con la puerta trasera del castillo. Es mucho más empinada que la delantera y debió ser bastante oscura en su momento, sin embargo y pese a todas las dificultades era probablemente la escalera más transitada del castillo, dado que también por aquí entraban la mercancía a los almacenes. Si continuamos el descenso a partir de la puerta trasera, llegamos a la que era la parte más discreta y oscura de todo el edificio, donde están situadas las mazmorras, el acceso al subterráneo y el primitivo pasadizo que comunicaba con la iglesia. Finalmente llegamos a la Bodega, que tenía al menos tres grandes toneles de vino, cuya capacidad rondaría los cinco mil litros.
Imagenes
Más información: http://www.castillodevalderrobres.com/index.html / Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
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